Mis criterios sobre la narrativa cubana contemporánea

Por cuestiones de preferencias particulares, al referirme a la narrativa me centro en la novela, por parecerme un género más exigente que el cuento en lo que respecta a tiempo de elaboración y dominio de diferentes aspectos de la técnica, así como con mayores posibilidades de probar al escritor en cuanto a su capacidad para sostener el interés del lector apoyándose en una dramaturgia lógica y coherente.

Claro está que lo mismo podría decirse del  cuento, y ustedes tienen el derecho a discrepar de mis conceptos, no solo con este, sino con todos los demás que expondré. Entonces, aunque no deseo ser polémico como fin en sí mismo, si mis ideas provocasen alguna polémica por pequeña que fuese me daría por satisfecho: estoy cansado de reuniones (literarias o no) ramplonas, unanimistas, donde todos tenemos que pensar de la misma manera.

Luego de este exordio, comienzo por admitir como cierto que muchos años atrás, digamos por poner un límite temporal hace más de 40 años y hablo entonces del año 1977, era bien raro encontrar una novela de autor cubano publicada por una editorial cubana que se saliera de ciertos cánones dictaminados por las normas del tristemente célebre Realismo Socialista. No quiere esto decir que hubiese “mejores” o “peores” novelas publicadas que las existentes en la actualidad, me refiero sólo al manejo de las temáticas.

Recuérdese por ejemplo las novelas de Manuel Cofiño y  otras a su estilo cercano, cómo prácticamente era determinado “desde las alturas inconmensurables” lo que el novelista debía escribir. Si no de manera, al menos sí de forma más o menos elíptica, sobre tal período voy a citar dos textos con olor a comisariato orwelliano de las novelas 1984 y Rebelión en la granja:

El primero: En su artículo publicado en una Revista Revolución y Cultura del año 1974 titulado La literatura en un país socialista: Cuba, José Antonio Portuondo afirma: “Era lógico que en los primeros tiempos se produjeran confusiones y contradicciones estéticas, reflejo fiel de las ideologías de los escritores y artistas, especialmente entre los más jóvenes e inmaduros”.

Y el segundo: Lisandro Otero, citado por Imeldo Álvarez en su libro La novela cubana en el siglo XX, Editorial Letras Cubanas, 1980, página 59, expresa: “En lo ideológico pasamos de un efímero entusiasmo inicial a una batalla contra el dogmatismo y una vez replegado éste no hubo consistencia para continuar ―como debió ser― luchando contra el liberalismo y los contrarrevolucionarios agazapados. El intelectual se hizo guardián de las formas estéticas con olvido del contenido político”.

Yo extraigo como conclusión de estos conceptos así expresados y conociendo como conocí las luchas ideológicas en aquella etapa en el terreno del arte y la literatura, que se pretendía una fórmula biunívoca que podríamos denominar literatura idénticamente igual a ideología, o lo que sería peor, literatura idénticamente igual a política.

No niego la interdependencia entre ambas categorías superestructurales, pero tampoco debe olvidarse que como cualquier otra persona, el escritor a la vez que ser social es ser individual, y por lo tanto posee ideas propias e intereses personales, cree en sus verdades más que en las ajenas, aunque no se le permita expresarlas; todo lo cual al parecer olvidaron de plano quienes se constituyeron desde posiciones de poder y fuerza en superconciencias críticas de la sociedad y se creyeron con derecho a establecer parámetros para decidir qué novela era revolucionaria y cuál quedaba catalogada como contrarrevolucionaria.

Sólo este breve recordatorio para que no olvidemos que hablar de narrativa ―en general de literatura― en Cuba, siempre entraña el peligro de ser parametrado por aquellos que quizás se sigan considerando las superconciencias críticas de la sociedad, dueños de la verdad más absoluta que todas las verdades habidas y por haber.

Creo firmemente que en el año 1987, en los albores del IV Congreso de la Uneac y durante todo su desarrollo, cuando la organización dejó de ser coto casi cerrado de una ciudad metrópoli (la Habana) para descender a las demás provincias, con aquel liderazgo natural que le conocimos al Abel Prieto de aquellos tiempos, amigo de la intelectualidad cubana en contra de las intenciones de otros candidatos, la narrativa cubana ―el arte y la literatura en general― recibió ―recibieron― nuevos aires.

Y si bien sigue sin aparecer aquella famosa entelequia que llamaban algunos “la novela de la Revolución”, desde entonces hasta acá las editoriales cubanas han publicados buenas novelas, transgresoras de mandamientos y severas normas que durante la etapa de lo que algunos aceptan conceptualizar como quinquenio o decenio gris resultaba impensable violar.

Sin atreverme a ser categórico, yo diría que a partir de la década que inició en el año 1990, por cuestiones generacionales y de política cultural, no sólo fueron publicadas novelas complacientes, triunfalistas, incluso apegadas a los cánones del Realismo Socialista, tan al uso de la etapa anterior, sino también novelas que comenzaban a reflejar en su diversidad de mejor manera la realidad cubana contemporánea, concebían personajes más ricos dramatúrgicamente por encontrarse más cercanos a personas reales, huyendo de aquella norma que establecía crear “personajes típicos en situaciones típicas”, norma esta última como otras tantas del decenio “triste y sombrío” de la literatura cubana, cuya interpretación quizás no quedara tanto al libre criterio del funcionario cultural de turno, sino que como otras cuestiones de este tipo estuviese escrito en algún reglamento o indicación metodológica.

Pienso entonces, que a partir de esta etapa que hago comenzar en 1990 hasta hoy, están siendo publicadas novelas que mejor reflejan el entramado de los cubanos, los que vivimos aquí y los que viven allá. Sin ser absoluto ni generalizador, escojo casi al azar de mi librero algunas novelas que he leído y que responden a este concepto:

Guillermo Vidal, MATARILE (1), Letras Cubanas, 1993: de una riqueza idiomática sin par, nos conduce desde la visión de un muchacho por una Cuba contemporánea inédita para la novelística de aquellos tiempos. Según algunos lectores, sucia; según otros, excelente.

Félix Luis Viera, SERÁS COMUNISTA PERO TE QUIERO (2), Ediciones Unión, 1994: ya de por sí desde el título podría ser catalogada por algunos contrarrevolucionaria. Historia de amor por encima de la ideología de cada integrante de la pareja. Picaresca, pone al desnudo el machismo del cubano y se atreve a desnudar el juego sexual.

Andrés Casanova, HOY ES LUNES (3), Letras Cubanas, 1995: quizás la primera novela cubana de la etapa cuyo personaje principal es un obrero (perdónenme este pecadillo de darme escorfina en el ombligo: téngase en cuenta que soy un escritor ceropromovido en Cuba por los organismos literarios cubanos) sin ser uno de tantos adulones al uso en nuestras fábricas del director de turno y sus adláteres y sostenedores del nivel superior. Personaje crítico hasta la hipercriticad contra las noticias triunfalistas del falso cumplimiento de las metas productivas.

Guillermo Vidal, EL AMO DE LAS TUMBAS (4), Editorial Sanlope, 2003: situada entre la novela gótica y la policíaca, se atreve no sólo a describir el acto sexual de la manera más descarnada, sino además a meterse dentro de la mente del criminal tratándolo como ser humano. Además, defiende planteos desde la perspectiva cristiana, en una época cuando todavía ser creyente en Dios era casi un tabú, según algunos cierta forma de contrarrevolución e incluso estar incluido entre quienes originaban conductas antisociales.

Humberto Arenal, ¿QUIÉN MATÓ A IVÁN IVANÓVICH? (5), Letras Cubanas, en su versión del 2007: divertida trama que relata la muerte de un ruso blanco, ex-oficial zarista, cuya causa en extrañas condiciones intentan determinar dos famosos detectives internacionales. La burla hasta el infinito de aquellos policías cubanos donde el investigador se hartaba de café en la casa del presidente del CDR sin enfermar de gastritis.

Leonardo Padura, EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS (6), Ediciones Unión, 2010: relata el asesinato en México de León Trotski por parte del comunista catalán y agente de la NKVD soviética Ramón Mercader en el año 1940, lo que según algunos historiadores fue uno de los tantos crímenes cometidos por órdenes de Stalin contra sus enemigos, reales o supuestos. Novela política e histórica que ha generado unas cuantas polémicas.

Roberto Méndez, RITUAL DEL NECIO (7), Letras Cubanas, 2011: reflejo de un llamado “período especial” más en sentido metafórico que semántico, nos ofrece un paseo por La Habana de los apagones, la emigración de los orientales y de la vida cotidiana de las personas de a pie. Para nada apologética, puede asumirse como reflexión filosófica sobre el hombre y la mujer, el sexo sin cortapisas y el valor de los principios humanos por encima de burocracias, imposiciones de cualquier tipo, actitudes oportunistas y corruptoras y sobre todo, como un canto de esperanza a favor de la libertad verdadera.

Dazra Novak, MAKING OF (8), Ediciones Unión, 2012: el personaje principal, del sexo femenino, narra en primera persona y a nombre de ella misma una trama transgresora en lo sexual y en lo político. Se atreve a abordar cuestiones que no tratan nuestra prensa plana, la radio y la televisión.

Eduardo del Llano, BONSAI (9), Ediciones Unión, 2014: para mí, el non plus ultra de todas las novelas que he reseñado. Contraria a los cánones políticos implantados por algunos lectores especializados… en censurar la voz popular, los criterios individuales y hasta los gustos y preferencias entre el té y el café. Sin rehuir la mención a la existencia de la UMAP, la Comunidad Sandino de Pinar del Río, la etapa de la parametración, el fracaso de los 10 millones ni un largo etcétera de hechos silenciados por algunos obstinados en tapar el Sol con un dedo como se suele decir, esta novela relata cómo llega a constituirse detrás de un mogote pinareño primero el pueblo Maravillas destinado a tronados, homosexuales, otros desviados ideológicamente y sus re-educadores, luego la República de Maravillas, y finalmente la República Democrática Cubana Auténtica de Maravillas, la que intentó entre otras cuestiones ser reconocida por la otra Cuba.

Hubiera deseado expresar otras cuestiones, no tanto ya del aspecto literario sino del extra-literario que siempre condicionará la literatura que se publique en cualquier rincón del mundo. A mi edad, no me hago ilusiones: lo publicado siempre será resultado de uno de los tres factores siguiente o de la combinación de los mismos: me refiero a lo económico, lo político y lo social. Sin embargo, aspiro a que un día publicar en Cuba para otros sea menos tortuoso, cuando:

**No sea necesario ganar un concurso literario o tener un nombre ilustre para publicar en librerías textos críticos que siempre parecerán incómodos a alguien.

**Se le pierda de veras el miedo a Internet y a otros fantasmas. Y el Instituto Cubano del Libro acabe de crear una plataforma similar a Amazon para vender la literatura cubana.

**Existan verdaderas agencias literarias que protejan, promuevan y vendan las obras de los escritores cubanos ante las editoriales cubanas y las extranjeras.

**No se le tema mencionar e incluso publicar a aquellos autores que decidieron irse de Cuba por cualquier motivo, si sus obras son prestigiosas aunque no piensen como quisieran algunos.

**Los llamados lectores especializados no sean esos seres todopoderosos y anónimos, que pueden vetar la publicación de obras en Cuba las que luego ganan un concurso nacional o internacional, o son arrebatadas de las manos del autor  por un editor extranjero.

Cuando logremos lo que apunto, entre otras necesidades más, veremos en librerías mejores novelas de las que hoy vemos, porque saldrán de las gavetas donde se encuentran empolvadas desde hace años. Quizás para esa fecha los lectores cubanos las arrebatarán de las manos de los libreros, o incluso, no sea necesario presentarlas ante un público.

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(*) Andrés Casanova (Las Tunas, Cuba, 1949) es narrador, poeta, autor de guiones radiales dramatizados y ha incursionado en la escritura de guiones cinematográficos; miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ha obtenido importantes premios nacionales e internacionales y textos suyos han sido publicados en revistas literarias de varios países. Está antologado en diversas selecciones de narrativa y poesía y ha publicado novelas, libros de cuentos, de poesía y ensayos literarios con editoriales de Cuba, México, España, Portugal y Argentina. Reside en Las Tunas, Cuba.

Pueden leerse sus libros más recientes que está publicando de manera exclusiva con la editorial Libros Café Criollo con sede en Estados Unidos en su página de Autor Central en Amazon: 

https://www.amazon.com/author/andrescasanova

Sus blogs literarios se encuentran en:

https://escritorandrescasanova.wordpress.com/

Su canal de Youtube en:

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Citas y notas:

(1) Editorial Sanlope, Las Tunas 2016; 197 págs. Formato 18.5×13.5 cms. Tiene edición anterior en Letras Cubanas, 1994.

(2) Ediciones Unión 1994; 163 págs. Formato 23×15.5 cms

(3) Editorial Letras Cubanas 1995; 230 págs. Formato 16.5×11 cms

(4) Editorial Sanlope, Las Tunas 2003; 174 págs. Formato 21×15 cms. Tiene edición anterior en Editorial Globo, España, 2002

(5) Letras Cubanas, 2007; 184 págs. Formato 19×12 cms. Tiene edición anterior en 1995.

(6) Ediciones Unión 2010; 545 págs. Formato 23×15.5 cms

(7) Editorial Letras Cubanas 2011; 291 págs. Formato 21×14 cms

(8) Ediciones Unión 2012; 150 págs. Formato 19×12 cms

(9) Ediciones Unión 2014; 166 págs. Formato 19×12 cms

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