Perspectiva del minicuento. Ejemplos de otros autores y personales

Pretendo con este artículo:

Mostrar casos de minicuentos que cumplen o bien niegan el concepto trillado en que algunos cánones pretenden encerrar un subgénero realmente difícil de escribir y ejemplificando con algunos que han llamado mi atención como lector

Resulta casi un lugar común en algunos críticos e incluso autores tomar como paradigma de minicuento (ya famoso) El dinosaurio de Augusto Monterroso que muy pocos lectores desconocen. Yo lo compararía, salvando la distancia en cuanto a trama y contexto de la misma, sino sólo respecto a fama mundial con El principito.

Tomo el texto completo de la Biblioteca Digital Ciudad Seva (1):

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Sólo 7 palabras (¿Cómo el llamado por algunos teólogos el sermón de las 7 palabras?) y dos signos ortográficos (una coma intermedia y un punto final) que han dado lugar a múltiples interpretaciones y definiciones, entre ellas la que aparece en Wikipedia (2), donde se expresa entre otros aspectos que está considerado uno de los microrrelatos más famosos del español, se le llama microrrelato en lugar de minicuento negando que sea el más breve en lengua española y aclarando que otras obras de este subgénero contienen menos palabras, entre ellas algunas contenidas en los Crímenes ejemplares de Max Aub (1957) (3), Dios de Sergio Golwarz (1969), Fantasma de Guillermo Samperio (1981), Maldita de Óscar de la Borbolla (2000), El emigrante de Luis Felipe Lomelí (2005), Luis XIV de Juan Pedro Aparicio (2006), y Blanco de José de la Colina (2007).

Al margen de las anteriores consideraciones, resulta cierto que el minicuento resulta ser una trama expresada con la mayor brevedad posible, tal sería la definición que yo le daría. Pues si bien el minicuento (o cualquiera de los otros nombres que se prefiera para designar este subgénero) debe desarrollar una dramaturgia basada en la ley del conflicto que se logra por medio de las acciones. Si no coexisten personajes ubicados en un tiempo y un espacio fabulares que accionan por medio de un narrador, el lector no puede participar de nada, no posee elementos para crear su propia interpretación de la lectura.

Veamos algunos ejemplos:

1 Ficha 342, de Max Aub

Apellido del enfermo: Agrasot, Luisa.

Edad: 24 años. Natural de Veracruz.

Diagnóstico: Erupción cutánea de origen probablemente poli-bacilar.

Tratamiento: Dos millones de unidades de penicilina.

Resultado: Nulo.

Observaciones: Caso único. Recalcitrante. Sin precedentes.

Desde el decimoquinto día me abrumó. El diagnóstico era clarísimo. Sin que cupiese duda alguna. Al fracasar la penicilina ensayé desesperadamente toda clase de otros remedios: no sabía por dónde salir. Me trajo de cabeza, de día y de noche, semanas y semanas, hasta que le administré una dosis de cianuro potásico. La paciencia ¡aún con los pacientes! tiene un límite.

En este indiscutible minicuento, existen dos personajes claramente diferenciables: la paciente Luisa Agrasot y el médico, que es a la vez el narrador. Hay un tiempo fabular, que son los días que transcurren desde el inicio del tratamiento hasta el momento en que el médico administra la dosis de cianuro, momento que desde el punto de vista de las acciones es el clímax del cuento, que coincide con el final de la paciencia del médico. El espacio fabular es el lugar donde recibe tratamiento Luisa Agrasot, que aunque no está explícitamente declarado, el lector puede suponer fácilmente que se trata del lugar de la consulta del médico.

El final resulta obvio, muy simple para el lector: el asesinato de Luisa Agrasot por parte del médico, que no tuvo paciencia para resistir la negativa de  a erupción cutánea a dejarse vencer por los medicamentos administrados.

Veamos algunos ejemplos más breves, con la intención de que el lector realice su propio análisis y arribe a conclusiones (4):

2 Amor 77, de Julio Cortázar)

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y, así progresivamente, van volviendo a ser lo que no son. FIN

3 Duelo, de Alfonso Reyes

De uno a otro extremo de la Cámara, grita el diputado aristócrata: —¡Dese usted por abofeteado! Y el demócrata, encogiéndose de hombros, le contesta: —¡Dese usted por muerto en duelo!

4 Los besos, de Juan Carlos Onetti

Los había conocido y extrañado de su madre. Besaba en las dos mejillas o en la mano a toda mujer indiferente que le presentaran, había respetado el rito prostibulario que prohibía unir las bocas; novias, mujeres le habían besado con lenguas en la garganta y se habían detenido sabias y escrupulosas para besarle el miembro. Saliva, calor y deslices, como debe ser. Después la sorpresiva entrada de la mujer, desconocida, atravesando la herradura de dolientes, esposa e hijos, amigos llorones suspirantes. Se acercó, impávida, la muy puta, la muy atrevida, para besarle la frialdad de la frente, por encima del borde del ataúd, dejando entre la horizontalidad de las tres arrugas, una pequeña mancha carmín.

5 El emigrante de Luis Felipe Lomelí

─¿Olvida usted algo? ─Ojalá.

6 Sueños, de Adolfo Bioy Casares

El escenógrafo del sueño se cansa pronto y concluye su trabajo de cualquier manera.

7 70, de Ana María Shua

Con una mueca feroz, chorreando sangre y baba, el hombre lobo separa las mandíbulas y desnuda los colmillos amarillos. Un curioso zumbido perfora el aire. El hombre lobo tiene miedo. El dentista también.

8 Armisticio, de Juan José Arreola

Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso, en ruinas.

9 El golpe, de Pía Barros

─Mamá, dijo el niño, ¿qué es un golpe?

 ─Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio.

El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía un tinte violáceo.

10 Pelo de perro, de Lydia Davis

El perro se ha ido. Lo echamos de menos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde a casa, no hay nadie esperándonos. Seguimos encontrándonos pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos la esperanza de que si recogemos suficiente pelo, seremos capaces de recomponer al perro.

11 Injusticia, de Patricia Nasello

El juicio final no trajo alivio: vivir un día eterno sin que nada lo perturbe, es agobiante y, para colmo, del cielo no hay salida.

12 Amenaza, de William Ospina

─Te devoraré ─dijo la pantera.

─Peor para ti ─dijo la espada.

Puede ver otros minicuentos interesantes en los enlaces indicados en (5) y en (6).

Finalmente, no puedo abstenerme de compartir con ustedes mi paso como autor por el camino de los minicuentos. Entonces, no me queda otra alternativa que compartir algunos recogidos en mi libro Minicuentos que no son cuentos de caminos, en proceso de edición.

Simple decisión

El inspector policial revisa con cuidado cada papel, la más insignificante observación de sus informantes, cualquier detalle en las declaraciones de los testigos que le ayuden a decidir en cuál de los casos resulta más urgente intervenir. Vuelve sobre los documentos. Lee con sumo cuidado:

Don Francisco Baeza es un poderoso industrial, dueño de seis fábricas de productos domésticos, unos le llaman el rey del jabón, otros lo apodan el zar del desodorante. Con independencia de que la carga irónica de esos apodos resulta evidente, lo cierto es que Baeza posee una cuenta bancaria en el Dusfy City Bank que sobrepasa los millones de millones. No tiene sentido que sea el asesino de la dama vestida de blanco aunque fue su amante durante mucho tiempo.

Don Arnaldo Sentín, ministro de las finanzas, tiene el rostro picado por el acné y su fealdad resulta repulsiva. Se le ve en una de las fotos zarandeando de mala manera a la dama que ahora viste ropa negra, porque ella se niega a aceptar el dinero que le ofrece. Es toda una autoridad política. No va a perder el tiempo investigando a personaje tan ilustre.

Ermindo Cuesta en cambio, es un pordiosero aunque esté prohibido por el Ministro de Finanzas llamar de tal manera a los que deambulan por las calles de la ciudad pidiendo un plato de comida. Jamás se ha acercado a la prostituta asesinada para rogarle sus favores, pero cuando lo interrogue a golpes no tendrá un abogado que lo defienda. Empezará por él.

El inspector policial en otras épocas ha cambiado de nombre, sin embargo, sigue pensando de igual manera.

Bebiendo el té para olvidar

La principal ocupación de Alejo Blanco consistía en la búsqueda por de la mujer perfecta. Entonces determinó salir rumbo a Buenos Aires con el propósito de escapar de la soledad en que se debatía.

La tristeza lo cercaba al punto de extraerle un llanto de perro adolorido y prendió un reverbero de alcohol, colocando encima una cacerola con agua y se metió en el baño.  Terminado el aseo, salió con la mirada muerta. Se preparó entonces un té bien cargado bebiéndolo sorbo a sorbo para olvidar lo inútil de una existencia sin amor.

Primera tristeza por un hijo

El biberón de leche fue el origen de mi primera tristeza por Cundito. Lo traía en la mano, destapado. Yo estaba empecinado en que Platino se comiera unas migajas de pan y Cundito se burlaba de mí con una amenaza: al gato no le gustaba el pan sino la leche, y él se la iba a echar. Miré hacia la vasija con agua destinada a Platino y los ojos del gato se desviaron hacia allí simultáneamente con los ojos de Cundito, que dio un paso hacia delante sin dejar de reír. Entonces me enfurezco: me enfurece su descaro, porque sabe (supongo que deba haberlo aprendido) que yo no alimento al gato con leche. “¡No le eches!”, le grito como si ambos fuésemos un animal y él ríe alborozado descargando el biberón dentro del recipiente del agua. Entonces lo golpeo. Lo golpeo en los muslos desnudos, lo golpeo porque es sólo un niño indefenso y él llora rogándome “Ya, ya, ya”, como si quisiera alertarme que es excesivo el castigo. Pero continúo amenazándolo y él se retira a un rincón a llorar; entonces voy en su busca, lo siento en mis piernas y dejo que sus lágrimas se confundan con las mías, que no llegan a exteriorizarse pero me obligarán durante las diez horas que debo permanecer encerrado dentro de los terrenos de la fábrica a desear que el tiempo avance de una manera distinta para reencontrarme con mi hijo en dos minutos, momento en que pienso subirlo en mis espaldas y dejar que de nuevo me cabalgue para que no se le mueran los sueños dentro del corazón.

Vitervo

Vitervo Sánchez ha salido bien temprano de casa, luego de haber golpeado a su perro. Cada mañana cumple este ritual, de manera que el animalito ha dejado de hacer sus hediondas necesidades en las habitaciones del apartamento. Bueno, en realidad ya el animalito se traga las necesidades porque a Vitervo no le queda tiempo vital para sacarlo hasta el parque aledaño.

En la oficina, este atildado señor ensaya un método para que sus subordinados no desperdicien un solo minuto del tiempo de labor. Les prohibió beber agua excepto durante los quince minutos de receso al día que estableció, de resultas que los empleados se acostumbraron incluso a no comer.

Ya Vitervo ha decidido un experimento superior. La próxima semana planea contraer matrimonio con la primera mujer que acepte tener con él una docena de hijos.

Evolución

Aquel niño nació con un ojo de menos y una pierna de más; al transcurrir el tiempo, Dios fue tomando cartas en el asunto, al principio de manera sutil y luego en forma abierta. Como resultado de la intervención divina, el hombre ganó un ojo aunque perdió una pierna y de esa manera, ya sus hermanos no se burlaron de él. Al igual que ellos, tenía dos piernas y dos ojos.

Corazón de acero

Solo con sus manos, Társilo Industrioso se propuso arreglar la desvencijada maleta con que él y su compañero de trabajo Parámetro Ragento debían recorrer los talleres para arreglar las maletas de los restantes mecánicos con las que éstos recorrían el taller para arreglar la maquinaria en desuso.

(*) Andrés Casanova (Las Tunas, Cuba, 1949) es narrador, poeta, autor de guiones radiales dramatizados y ha incursionado en la escritura de guiones cinematográficos; miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ha obtenido importantes premios nacionales e internacionales y textos suyos han sido publicados en revistas literarias de varios países. Está antologado en diversas selecciones de narrativa y poesía y ha publicado novelas, libros de cuentos, de poesía y ensayos literarios con editoriales de Cuba, México, España, Portugal y Argentina. Reside en Las Tunas, Cuba.

Pueden leerse sus libros más recientes que está publicando de manera exclusiva con la editorial Libros Café Criollo con sede en Estados Unidos en su página de Autor Central en Amazon: 

https://www.amazon.com/author/andrescasanova

Sus blogs literarios se encuentran en:

https://escritorandrescasanova.wordpress

https://escritorandrescasanova.blogspot.com/

https://andrescasanova.cubava.cu/

Citas y notas:

(1) https://ciudadseva.com/texto/el-dinosaurio/

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/El_dinosaurio

(3) https://ciudadseva.com/autor/max-aub/cuentos/

(4) https://psicologiaymente.com/cultura/cuentos-latinoamericanos-cortos

(5) https://www.culturagenial.com/es/microcuentos/

(6) https://ciudadseva.com/indice-alfabetico-minicuentos/

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