LAS RUPTURAS EN LAS OBRAS DE NARRATIVA

Llamo ruptura a un cambio o modificación en una obra narrativa de cualquiera de los elementos técnicos siguientes: narrador, espacio o tiempo.

En la literatura de siglos pasados, las rupturas requerían de una serie de justificaciones por parte del narrador. Esto era así porque básicamente sólo se empleaban dos tipos de narradores:

a) El omnisciente, un narrador que todo lo sabe porque podía ubicarse en cualquier lugar dentro de la trama, incluso en el cerebro de los personajes. En los ejemplos hipotéticos que ofrezco a continuación puede observarse cómo podría actuar un narrador omnisciente: Diez años antes, exactamente el 3 de julio de 1863, don Fernando había advertido a su hijo que…” o bien: “En ese preciso instante, mientras la señora Juana estaba sentada en la sala de su amiga Rosa, su esposo llegaba a la casa de su amante en…

He subrayado las expresiones muletas que resultaban habituales en aquella narrativa anterior a la contemporánea para resaltar que: en la primera, el narrador es una especie de historiador que delata con exactitud una fecha; en la primera, el narrador sabe con precisión donde se encuentran dos personajes que se sobrentiende están separados espacialmente.

b) El narrador testigo, un hombre o una mujer que a cada paso tenía que justificar todo lo que nos contaba, explicándonos la procedencia de su saber, citándonos fuentes exactas de donde obtuvo los datos, tal como sucede en muchas novelas del siglo XIX.

En la narrativa contemporánea, sin embargo, las narraciones se han vuelto más ágiles y las rupturas se logran sin restarle fluidez al relato, sin necesidad de recurrir a explicaciones superfluas que le quitan fuerza a la narración y a veces la convierten en aburrida y monótona. Y aunque en ocasiones las rupturas resultan bruscas, serán válidas siempre que no confundan al lector.

A continuación se toman ejemplos de la novela de Arturo Azuela El tamaño del infierno para ilustrar las rupturas de narrador y de espacio, pues las de tiempo ya fueron ejemplificadas en el artículo anterior.

Ruptura del narrador

En la página 148 de la citada novela, cuando ya el lector se sobreentiende que está identificado con los personajes, se describe a la abuela en estado de reposo de la siguiente manera:

La luz del quinqué ilumina las canas y la almohada. Envejecen los nietos o los bisnietos y rejuvenecen los hijos; aparecen las vías del ferrocarril y aquel viaje de León a México; cuando él se fue allá en Zuhuatlán y volvió casi cuatro años después a los andenes de Buenavista, cuando fui con los primeros seis y con mi hermano a recibirlo con los bigotes encanecidos y los ojos tristones, desangelados, como si hubiera vivido muchos malos amaneceres (…) Sopla el viento entre ocales, olmos, magnolias y acacias y después pega en las vigas de los cuartos del fondo (…)

Toda esta cita se encuentra en el original en un solo párrafo. Sin embargo, no resulta difícil discernir por parte del lector avisado que no hay un solo narrador, sino dos: un narrador omnisciente en tercera persona del singular desde “La luz…”hasta “…Buenavista…” que narra de forma impersonal, pero acercándose al espacio fabular donde se encuentra la abuela (en la cama, al expresar: “La luz del quinqué ilumina las canas y la almohada…”), remontándose luego al tiempo pasado (el viaje de León a México) por medio de su penetración en el cerebro de la abuela; y otro narrador personaje en primera persona del singular que es la abuela refiriendo la experiencia del viaje (obsérvese que para ilustrar el inicio del segundo narrador he subrayado la expresión cuando fui, la cual es un punto de giro que avisa al lector el inicio de la ruptura del narrador.

Observe además en este breve fragmento ilustrativo cómo se alternan los dos narradores bajo la fórmula OMNISCIENTE-narrador personaje-OMNISCIENTE, separados por las expresiones Buenavista y Sopla el viento.

Ruptura del espacio

En la página 192 de la obra de referencia, comienza la descripción de la sala de la casa perteneciente a la abuela, y se nos sitúa en primer plano el teléfono, para sugerir que se espera una llamada. Suena el timbre, Luis Felipe (hijo de la abuela) toma el teléfono y es Evangelina su hermana quien habla. Sostienen una conversación, luego toma el aparato la abuela, quien continúa conversando con la hija. En la página 197 comienza el párrafo que describe la despedida de la madre y la hija, pero siempre desde la casa de la abuela (espacio que llamaremos E1). Nótese cómo se produce la ruptura del espacio (página 198 de la obra citada) de E1 a E2 (la casa de Evangelina) sin explicación ni justificación de ningún tipo:

E1:     …La anciana observa otra vez los retratos de cada uno de sus nietos, ellos parece que ríen, mueven los cachetes, las narices y hasta echan trompetillas, guiños y cuentos plagados de insolencias. Vuelven a sonar los silbatos de los patios de Nonoalco, un tranvía se detiene en el Chopo y la Rosa y las nubes caminan lentamente desde el Chiquihuite hasta el Ajusco“.

Aquí aparece un punto y aparte y continúa el mismo narrador omnisciente narrando en el mismo tiempo pero en la casa de Evangelina de la siguiente manera:

E2:     Evangelina ordena a su sirvienta que ponga el mantel y los cubiertos en la mesa del antecomedor”.

Observe de paso cómo en el párrafo E1 el narrador introduce dos retrospectivas que se sobreentiende ocurren en el cerebro de la anciana-personaje, quien recuerda por una parte a sus nietos malcriados y juguetones, y además los silbatos de un tranvía. Lo llamativo es que las retrospectivas tiene que descubrirlas el lector, por así decirlo, pues no existe ninguna frase muleta al estilo de: “En ese instante, cuando la anciana observó los retratos de sus nietos, recordó…” Advierto entonces que cuando el autor no se ve obligado a justificar sus trucos narrativos le corresponde al lector advertirlos para disfrutar la trama.

Como conclusión a estos aspectos, pudiéramos decir que las rupturas en las obras de narrativa agilizan el relato, evitándole al autor esa especie de camisa de fuerza que significa estar justificando los cambios, tanto del narrador como del espacio o el tiempo.

Imagen de cubierta de mi novela Las nubes de algodón

(*) Andrés Casanova (Las Tunas, Cuba, 1949) es narrador, poeta, autor de guiones radiales dramatizados y ha incursionado en la escritura de guiones cinematográficos; miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ha obtenido importantes premios nacionales e internacionales y textos suyos han sido publicados en revistas literarias de varios países. Está antologado en diversas selecciones de narrativa y poesía y ha publicado novelas, libros de cuentos, de poesía y ensayos literarios con editoriales de Cuba, México, España, Portugal y Argentina. Reside en Las Tunas, Cuba.

Pueden leerse sus libros más recientes que está publicando de manera exclusiva con la editorial Libros Café Criollo con sede en Estados Unidos en su página de Autor Central en Amazon: 

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Sus blogs literarios se encuentran en:

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